Columna de opinión de Susana Gómez Solís y Edith Gajardo Zuñiga, activistas de Disidencia aquí y en la quebrá del Ají*, Temuco.
Mujeres, lesbianas, bisexuales, pansexuales de quebrá ají, saludamos desde nuestra lucha disidente a todas las que en los diversos territorios se levantan contra la opresión de las mujeres y los pueblos.
Al conmemorar un nuevo ocho de marzo, nos hemos planteado como organización el pensar acerca del qué nos moviliza a hacer lo que hacemos y a realizar un ejercicio crítico sobre nuestro activismo en el contexto actual. Para comenzar, es importante expresar que pensamos que los feminismos implican una forma de aproximarse a la realidad desde un lente crítico, capaz de observar con agudeza las diferentes expresiones y ramificaciones de una estructura patriarcal, racista y capitalista, viendo cómo esta afecta particularmente la vida de las mujeres, Pueblos Originarios, colectivos migrantes, pobres y de aquellos que se escapan de la normativa imperante, así como a la naturaleza y los animales. Pero al mismo tiempo, ese ejercicio implica también un compromiso con la acción, un compromiso que se manifiesta de manera colectiva.
Ha sido en el encuentro amoroso, la escucha atenta, en el compartir nuestras experiencias de vida que se ha venido gestando esa capacidad de mover nuestras fuerzas y dar forma a un proyecto cuyo espíritu es transformador. Hemos hecho de este espacio colectivizado, uno donde genuinamente somos quienes queremos ser, a la vez que intentamos ser también libres del mandato obligatorio de la sexualidad impuesta, como es la heterosexualidad.
Dicho lo anterior, en este nuevo 8M, nos parece importante mencionar que, desde nuestra mirada, esta nueva conmemoración nos encuentra en un escenario de desmovilización de los espacios históricamente reconocidos como los movilizadores de las mujeres y sus demandas. Quienes por lo generacional hemos tenido la oportunidad de observar esto en varias décadas, hemos podido ver cómo en diferentes períodos históricos distintas lideresas, destacadas sindicalistas y otras importantes mujeres pertenecientes a espacios de organización, han sido llamadas a colaborar con proyectos definidos como de izquierdas, los que, supuestamente, nos traerían la alegría (que no llegó), la justicia (que no ocurrió) y un sinfín de promesas inconclusas.
A pesar de lo ocurrido, el movimiento feminista ha logrado por un tiempo volver a concitar cierta mística de cambios y ha logrado convencer a una nueva generación de mujeres de la posibilidad real de correr los cercos. Es así como en las últimas dos décadas este movimiento ha logrado instalarse como protagonista de muchas de las demandas de las mujeres y las disidencias en su diversidad de temáticas. Sobre este último punto, es importante destacar que la relación entre feminismo y disidencia no es ajena a los conflictos.
Recordemos cómo, con la llegada de la democracia, un grupo importante de feministas intentó invisibilizar a las mujeres lesbianas (Ayuquelén).
Por otro lado, para quienes habitamos la provincia, territorio más que árido para las organizaciones disidentes, esta relación es relativamente nueva. Desde el momento de nombrarnos desde la diversidad, y particularmente desde la disidencia, hemos vivido cierta resistencia a nuestra participación, nombrada y diferenciada. La lógica al momento de participar en las conmemoraciones de esta fecha era como integrantes de orgánicas de trabajadoras, partidos políticos o bien, como feministas sueltas.
En cuanto al contexto que permea este nuevo 8M, en Wallmapu, podemos decir que nos encuentra como seguramente ocurre en muchos territorios a lo largo del país. Con la expectativa de los grupos feministas que intentan rearticularse después de la revuelta popular, la pandemia y la llegada de un gobierno que se define como “feminista” y logra nuevamente coactar a parte importante de distintas mujeres movilizadas.
Reconocemos, así también, que vivimos tiempos complejos. Las derechas se instalan como férreas defensoras de un modelo político, económico y social de carácter salvaje y devorador de todo aquello que le haga resistencia a la destrucción de la vida y la naturaleza y que pretende retrotraer el avance de las mujeres en todos los terrenos. Como disidencias, nos parece que una demanda importante tiene que ver con reforzar los esfuerzos por mayor organización y por no decaer en el desánimo reinante. Particularmente, este contexto, a nivel país, también se ha caracterizado por la llegada al poder con discursos y compromisos de cambios, los que, sabemos, no pueden ser posibles si no se plantea un compromiso real para abandonar las dinámicas que provienen de una estructura capitalista y racista.
Desde ají, seguiremos proponiéndonos ser parte de los movimientos sociales y estar en estrecha alianza con aquellos feminismos que se levantan en contra de las opresiones que afectan a todos los pueblos, en el caso nuestro, al Pueblo Mapuche que lucha por el reconocimiento a su existencia y su supervivencia en un territorio que les es propio.
Esperamos que esta nueva conmemoración sea no solo una movilización más, sino que un nuevo inicio de articulación y fortalecimiento de la movilización social. Sabemos que este difícil camino es lo que ha permitido mantener en agenda las demandas de mujeres y de las disidencias. Desde ahí, es que proponemos que este nuevo 8M sea un nuevo inicio de esta movilización, de una relación respetuosa con y para las disidencias, no sólo para sumarnos a sus demandas, sino para también para que se sumen a las nuestras. Seguiremos impulsando un feminismo para y con las comunidades.
*Disidencia Aquí y en la quebrá del ají o Ají, es una organización compuesta por activistas de las disidencias sexo-genéricas que se dedican a visibilizar la existencia de su diversidad con énfasis en la defensa y lucha por los derechos humanos de su comunidad. Realizan acciones de intervención callejera, con enfoque en educación y prevención del VIH/SIDA. Durante 2024 realizarán un encuentro con ejes en memoria y fortalecimiento de vínculos entre organizaciones de su territorio.