Columna de opinión de Francisca Fernández Droguett, activista del Movimiento por el Agua y los Territorios - MAT*, red nacional.
Una de las mayores contribuciones para los feminismos desde lo comunitario y territorial, ha sido pensarnos desde la relación cuerpo, tierra y territorio, o por extensión, situarnos como cuerpos de agua, contenedores de este elemento vital para toda existencia.
Nuestras corporalidades son parte y se interrelacionan con la naturaleza. Cuando los ecosistemas han sido cosificados y despojados, la tierra contaminada y saqueada, lo mismo ha ocurrido con nosotras, las mujeres, niñas y disidencias. Es así que el extractivismo, la extracción ilimitada y extensiva de los elementos naturales, para la generación y acumulación de ganancias mediante su exteriorización hacia los mercados internacionales, como la megaminería, el agronegocio, el modelo forestal, la salmonicultura, entre otras actividades, se sostiene mediante la explotación de cuerpos feminizados. La violencia y destrucción de la naturaleza y los territorios se extiende hacia quienes habitamos y cuidamos esos entornos.
Los feminismos comunitarios, campesinos, negros, originarios, populares, migrantes, antirracistas y eco-territoriales, de Abya Yala y el mundo, nos hacemos presentes este 08 de marzo, visibilizando los horrores del extractivismo, y también de las llamadas falsas soluciones, que mantienen el ideario de colonialidad de la naturaleza, desde los complejos eólicos, fotovoltaicos, la construcción de carreteras hídricas, la producción de hidrógeno verde y litio, planteando “soluciones” basadas en la naturaleza, que se van entretejiendo con diversas cadenas de opresión.
Por ello hoy es urgente despatriarcalizar y descolonizar la naturaleza para seguir existiendo, mediante la superación de este modelo civilizatorio de muerte, que se ha basado en una dualidad opresora que coloca como antagonistas la naturaleza y la humanidad.
La superación del extractivismo y las falsas soluciones se divisan como horizontes de construcción de “otros mundos” pero con carácter de urgencia, en un contexto de ecocidio y crisis climática, en que se han visto intensificadas situaciones como las crisis hídricas, las sequías pero al mismo tiempo las inundaciones, los incendios, producto de la perpetuación del ideario de superioridad de lo humano por sobre otras vidas, y la naturaleza toda.
El extractivismo opera también como repatriarcalización de los territorios, desde la imposición de una masculinidad hegemónica en las economías locales y globales, en que se impone la feminización de ciertos trabajos. Se desconocen y niegan los cuidados de personas y territorios, que realizan sobre todo mujeres, como trabajo, además de la presencia de la violencia política sexual, en que tanto agentes de empresas nacionales y transnacionales realizan acciones de acoso, abuso, insultos, violaciones y (trans/lesbo)feminicidios en territorios degradados o contaminados, como el caso de Macarena Valdés, asesinada en Tranguil, Panguipulli, por oponerse a la construcción de una hidroeléctrica de paso, y de Emilia Bau, asesinada en los alrededores del Lago Desagüe Riñiwe, Panguipulli, bajo el contexto de una recuperación territorial.
Las políticas de muerte no sólo operan desde la violencia extractivista, criminalización u omisión desde el Estado, sino también a partir de la instalación del negacionismo de la crisis ecológica y climática desde diversos grupos anti-derechos. Cómo olvidar las afirmaciones en el 2021 del candidato presidencial en Chile de la ultraderecha, José Antonio Kast, y luego, en el 2023, del actual presidente Argentina, Javier Milei, sobre la inexistencia del cambio climático.
Es en este marco que organizaciones feministas posicionadas desde la lucha territorial y socioambiental, como la Asamblea de Mujeres y Disidencias del Movimiento por el Agua y los Territorios MAT, nos hemos planteado la autodeterminación alimentaria, la soberanía energética de los pueblos, la gestión comunitaria de las aguas y la consolidación de circuitos cortos de economías territoriales, como demandas, experiencias y alternativas que ya están en curso, para encaminarnos hacia una justicia feminista, ecológica y climática.
Hemos ido recreando, día a día, las condiciones de posibilidad de la vida, y por esto que hablamos de (re)existencia, porque lo que hoy está en juego es la existencia misma de cuerpos, pueblos y territorios, que son considerados desechables por el gran capital, e insistimos, desplegándonos en las calles y en los campos, desde diversas memorias de resistencia y construcción de ayer y de hoy.
Por un 8 de marzo desde la resistencia feminista contra la violencia extractivista
¡Arriba las y les que luchan!
*El Movimiento por el Agua y los Territorios - MAT, es un movimiento que está presente en Arica y Parinacota, Antofagasta, Valparaíso, Metropolitana, O'Higgins, Maule, Ñuble, Biobío, Araucanía y Los Lagos. Lleva 10 años y tiene entre sus principales estrategias de acción el rearticular el tejido social de las organizaciones que se activan por el trabajo y la lucha socioambiental, a través de: escuelas de autoformación que se realizan en distintos territorios de Chile; encuentros y asambleas, talleres de feminismos territoriales/comunitarios y de cuidados; asambleas de mujeres por la gestión comunitaria de las aguas, publicación digital de cartillas informativas, cabildos por el agua, conversatorios sobre la visibilización del extractivismo y las alternativas posibles frente al mismo. Junto con ello, realizan movilizaciones e intervenciones callejeras ligadas también a las artes para dar mayor visibilidad a las temáticas. Para este periodo y a través de la Asamblea de mujeres y disidencias, se proyecta realizar asambleas itinerantes por la justicia climática, encuentros de feminismos territoriales, escuelas de formación y apoyo en la campaña Chile Mejor sin TLC, junto a la difusión y activismo por develar las falsas soluciones frente a la crisis climática.